Que viva la salsa
Viernes en la noche. Salgo de mi casa y tomo el metro hasta la estación Estadio. Camino por la carrera 70. A medida que aligero el paso, escucho diversas melodías, es como un collage de sonidos que no me gustan y que salen de los diferentes bares ubicados en el sector.
Casi siempre opto por comprarme una cerveza en una de las licoreras que hay por la carrera 70. Llego a la entrada del bar, no tiene ningún nombre, pero todos sabemos que en ese sótano está el Tíbiri; alcanzo a escuchar que está sonando un buen tema de Tito Rodríguez:
“Avísale a mi contrario que aquí estoy yo.
Avísale a mi contrario que aquí estoy yo.
Que venga para que aprecie sonoridad,
después no quiero que diga que di la rumba
y no lo invité…
De inmediato me dan ganas de entrar, pero espero y me quedo afuera observando el ambiente -la gente entra y sale continuamente. Sigo tomándome mi cerveza y saludo a Jorge – Tiene aproximadamente 22 años, es de tez morena y lleva el cabello rapado, siempre trabaja en la puerta del bar pidiendo la cedula a las peladas y esculcando superficialmente a los hombres
-Hola, ¿cómo estás? – Le pregunto, y seguido le doy un beso en la mejilla. Jorge responde secamente – Aburrido, hoy no quería venir a trabajar, ¡estoy mamado de trabajar aquí!
Jorge siempre se queja de su trabajo. Después de terminar el servicio en la policía, se frustró por no haber pasado el examen para seguir, mejor dicho, se quedó con las ganas de hacer la carrera de tombo. Recuerdo cuando se llevaba la chaqueta del uniforme para el bar, se la ponía con orgullo, como para que todos supiéramos que estaba en la policía.
-Y qué ¿cómo está adentro? Le pregunto y sigo tomándome la cerveza
-Bien, ya está lleno. ¡Entre que ya llegó “el primo”! – Me responde mientras entra y sale la gente y sigue revisando sin ganas a los muchachos que ingresan de contrabando las medias de ron.
Termino la cerveza y la música hace que no espere un minuto más en la entrada.
“Llegó la banda tocando salsa
para que entren en la bachata.
Ay, todos están bien contentos
porque les viene a tocar
un grupo de bandiditos
de la escuela musical…”
La Banda. Héctor Lavoe
A medida que bajo las escaleras siento el calor sofocante, y el olor a cigarrillo, aunque esto no me importa.
Si no me encuentro con alguien, sigo camino hacia la pequeña cabina del DJ, Iván: tiene 33 años, es delgado y siempre lleva el cabello muy corto, solo trabaja los viernes y lo hace por placer a la música, ya que no necesita el dinero que le pagan por la noche del viernes. Es ingeniero mecánico, y trabaja en la UDEA; cada vez que me lo encuentro en la U me dice que está de afán porque le está camellando a la maestría.
– Ivancho, ¿bien o no? -Lo saludo y le entrego el bolso y la chaqueta para que me los guarde.
– Bien parcera, ¿y usted qué?
– Con un poquito de sueño, pero qué me iba a quedar en la casa. Ya me estaba dando claustrofobia.
Al tibiri lo conozco desde hace 9 años, en esa época iba ocasionalmente y no bailaba como lo hago ahora, además porque el rock era mi género favorito, me gustaba el punk y por lo tanto le dedicaba más tiempo, llegué a tener más de 200 casetes de Punk – la mayoría mal grabados- pero en su momento los disfrutaba; de esos 200 solo me quedé con 20 que se salvaron de los constantes trasteos, y que fueran tirados por mi mamá al carro de la basura. Ahora no me identifico con los Punk, tengo el recuerdo de una época de radicalismo severo que ingenuamente adopté, me gusta la música, pero no el radicalismo que muchos asumen cuando se hacen llamar punk.
Fueron pasando los años e iba ocasionalmente y bailaba algún tema conocido, no sabía mucho de grupos, orquestas, cantantes de salsa, me gustaba “la panela”, como me dijo un día el DJ que pone la música los sábados. – En el Tìbiri hay dos DJ´s, uno para los viernes y el otro para los sábados- aunque no frecuento mucho el lugar los sábados ya que la dinámica es diferente, parece como si fuera el día de las parejitas.
Recuerdo que hace un par de años le decía a “Checho”- el otro DJ- que me gustaba cuando él ponía la música porque la reconocía, entonces, en una forma irónica me dijo:
– Lo que pasa es que a usted le gusta “la panela”. – Pero yo no entendí lo que me quería decir.
– ¿Cómo así que la panela?
– Si, a usted le gusta lo que escucha todo el mundo, “la panela”: Héctor Lavoe, Rubén Blades, Cheo Feliciano, Willie colon, los artistas de la fania.
Ahora reconozco que todos ellos son unos tesos, pero también hay muchos artistas salseros que uno escucha sin saber sus nombres, y que son muy buenos; esto lo fui descubriendo a medida que pasaban los fines de semana y caía en la ruleta de la salsa.
“Como dicen por ahí: el que cae en la ruleta de la salsa de ahí no sale”.
Me enteré de artistas como: Larry Harlow, Ray Barreto, Johnny Colon, Pete Rodríguez, Alfredito Linares, Eddie Palmieri, Joe Cuba, entre otros.
Veo a Robinson que está sentado en una mesa; también observo a Juan carlos que está cerca de la barra – trabaja en el tibiri como mesero- Juan, tiene apenas 20 años y le gusta mucho la farra, aun no ha terminado el bachillerato y parece no importarle. Siempre me recibe con una gran sonrisa y me invita a unas cuantas cervezas durante la noche, desde hace unos meses baila mientras trabaja. Antes no era muy coordinado porque bailaba como si se saltara un tiempo, ahora lo hace bien.
– Hola Juan. Lo saludo con un abrazo y un beso en la mejilla.
– ¡Perdida! ¿por qué no vino hace 8 días?
– Estuve todo el día en la Universidad haciendo un trabajo y llegué muy cansada a la casa.
Juan continúa trabajando, mientras yo me acerco a la mesa donde está Robinson “el primo” y Elkin:
– ¡Entonces qué socia!
Me saluda Robinson afectivamente con un abrazo y un beso en la mejilla.
– Hola ¡cómo están?
Le respondo igual. Seguido saludo a Elkin de la misma manera Elkin es primo de Robinson- ambos son cuenteros.
– ¿Por qué estaba tan perdida? Continúa Robinson.
– “Ya le había puesto falla”.
– Lo que pasa es que tengo clase de 6 de la mañana y llego a la casa muy cansada.
Y le pregunto:
– Y vos qué ¿cómo vas en Hora 25?
– Bien, ahora estamos con la obra “Ricardo III”.
– En estos días voy, lo que pasa es que no me ha quedado mucho tiempo
– Caiga parcera, la obra está hasta el 22.
– Bueno, ahora hablamos.
Le digo mientras sigo observando el ambiente
– Listo, ahorita vamos a azarar pista.
Hace más de dos años voy sola al tibiri, me gusta porque no necesito depender de alguien para ir a disfrutar de la salsa; primero no salía a un bar si no era con una amiga o un amigo, me daba pena que me vieran sola.
Los viernes al tibiri le entra mucha gente, el público es en su mayoría estudiantes de la Univerisidad de Antioquia o de la Universidad Nacional, muchos de ellos primero van a tomar cerveza a Carlos E. y llegan prendos al tibiri, casi siempre con la intención de meter de contrabando una que otra media de ron o de aguardiente.
Yo conozco a mucha gente del tibiri, aquellos que siempre van. Recuerdo cuando me encontraba con Marisol – ella tiene por ahí 23 años, es gordita con cara bonita y lleva el cabello corto- también iba sola y se paraba al lado de la cabina del DJ. Nos caímos bien, coincidimos en el mismo gusto por la salsa y la energía al bailar; nos quedábamos paradas al lado de la cabina del DJ esperando a que un buen bailador nos sacara a bailar, y nos reíamos cuando desprevenidamente caíamos en las garras de un arrítmico.
– Se me hizo eterna la canción, ¿si viste? Le comento y ella sonríe diciéndome:
– Si, me di cuenta que estabas encartada con ese man, ya sabemos pa la próxima.
Marisol ya no va como antes, hace poco supe que tiene novio, va esporádicamente con él, pero no se quedan mucho tiempo.
A medida que pasaba el tiempo nos dimos cuenta que solo habían tres buenos bailadores: Ivancho (el DJ del viernes), pero la novia siempre iba y le hacia mala cara a las demás peladas que lo saludaban, además que él no puede bailar porque está siempre poniendo la música. Robinson “el primo”, pero es que tiene mucha demanda, a él las peladas lo sacan a bailar -a mi la verdad me da pereza sacarlo- aunque a veces, cuando suena una de mis canciones favoritas no me aguanto y le pido que bailemos. Y el tercero, es otro pelado que va muy esporádicamente, una vez bailando me dijo que era profesor de la UPB, pero ya casi no va.
A Robinson lo empecé a ver hace como dos años en el tibiri, al principio, cuando bailábamos y me perdía en alguna vuelta sentía que eso no le gustaba – cuando bailo con él se que debo darlo todo- ahora es diferente, hay total coordinación en las vueltas, y los pasos, rara vez nos equivocamos, pero paradójicamente no es que bailemos muchos temas en la noche, a veces creo que no aprecia mi manera de bailar, un día se lo dije, pero él me respondió que no era cierto, que el creía que yo era una de las peladas que mejor bailan en el tibiri. Y es que también hay que entenderlo, yo ya se como es la vuelta con él.
Cuando bailo siento que corre una energía muy grande por todo mi cuerpo, especialmente cuando escucho alguno de mis temas favoritos; ya los dos DJ saben cuales son, pero para que los pongan me toca ser súper insistente; me alegro mucho cuando ponen “la zafra” de Richie Ray, siento la necesidad de moverme, ahí si me toca dejar el orgullo a un lado y pedirle a Robinson que baile conmigo, o aceptar bailar con algún rumbero que esté ahí y me saque a bailar.
Me gusta cuando bailamos una descarga y coordinamos en todos los pasos, sentimos que la gente nos mira detenidamente, nos observan, y sabemos que lo estamos haciendo bien; escuchamos que susurran que somos muy rápidos, y aunque se que todo esto puede sonar con un tono narcisista, no es así, lo que pasa es que de tanto bailar – y no digo uno, o dos fines de semana, sino muchos fines de semana- terminamos siendo buenos bailadores, aclaro, que nunca como los profesionales, para eso si hay que tener mas dedicación.
Las vueltas y los pasos se perfeccionan bailando frecuentemente, y eso es lo que pasa, de tanto ir a bailar, terminamos entendiéndonos, y coordinando todos los movimientos. Después de bailar una descarga, termino con el corazón a mil, y con una gran satisfacción, siento que he quemado mucha energía y me gusta. Termino totalmente reconfortada.
Prefiero las canciones que son rápidas, en las que el timbal me hace sentir que puedo mover más rápido mis piernas, esos temas son los que hacen que cada vez me exija más; aquellas “descargas” son mis favoritas para bailar, aunque me dejan con menos calorías (algo que no está a mi favor, ya que mi gran delgadez se acentúa cada viernes, cuando bailo y bailo sin parar y llego a la casa con el pantalón mas ancho). También me gustan otros ritmos como el “boogaloo” y el “Son”, aunque este último es mejor bailarlo con alguien que a uno le guste mucho, ya que es más intimo, hay por lo tanto más contacto con la piel.
Cuando llego al bar y estoy aburrida le pido al DJ que ponga “Soy Sensacional” de Larry Harlow, sin embargo pedirle un tema a Iván, es misión imposible, hay que insistirle durante toda la noche, a él no le gusta que le manoseen su repertorio, y en pocas ocasiones accede. A veces cuando está de buen genio me pone uno que otro disco de los que más me gustan, y el vinilo empieza a sonar:
“Soy sensacional
Pero yo soy sensacional
Lo digo hoy y también mañana
Pero yo soy sensacional
Y es que me nace del alma
Del alma de lo profundo de mi ser…”
Soy Sensacional. Larry Harlow
Al contrario de los hombres, si hay buenas bailadoras, hay muchas peladas que bailan bien, especialmente una Mona que siempre se pone unas sandalias súper altas, y usa ropa bastante insinuante; antes ella iba sola, pero de un tiempo para acá llega con un muchacho alto, que tiene la cabeza totalmente rapada, pensaba que era el novio, pero un día conversando con él me dijo que la Mona no era su novia.
También me gusta cuando va “Sergio salsa” y hace su pequeño Show. Sergio tiene aproximadamente 36 años, es bajito y le gusta usar una gorrita, él hace un recorrido en bicicleta por los diferentes bares de salsa de la ciudad, desde el centro hasta envigado, cada fin de semana luce una de sus dos camisas satinadas (la verde o la café) que hace conjunto con un pantalón negro. También van ocasionalmente otros bailarines a hacer su show; Andrés- que siempre le roba la cerveza al que la haya dejado desprevenidamente en una mesa o en la barra mientras está bailando.
Hubo un tiempo en que Sergio y Andrés hacían juntos el show y se repartían el dinero; pero al parecer tuvieron sus roces y cada uno cogió por su lado.
A Sergio le toca aguantar mucho cuando está Iván, lo deja parado hasta media hora esperando para que le ponga la canción de su show; luego de un largo rato Iván le hace una seña, y le indica que sigue él. Sergio camina apresurado hacia la pista, prende uno de los bombillos y se presenta:
– Bueno señoras y señores, que tal. Este es un numerito, un numerito muy especial para la gente. Para la gente que si sabe de salsa, y esto dice: salsa para salseros.
Suena la canción de Tito Puente “El rey del timbal”, y Sergio nos muestra su baile, “su numerito” como él mismo lo dice, nos deleita con sus pasos, y los pequeños saltos que da por la pista. Se acaba el tema y hace una venia a los espectadores que lo observamos todos los fines de semana y lo aplaudimos por enseñarnos su show. Seguido apaga el bombillo, y recorre una a una las mesas esperando una colaboración, la mayoría de los espectadores sacan algunas monedas que depositan en su sombrerito. De ahí toma nuevamente su bicicleta y se dirige a los bares de San Juan, continúa con su recorrido por la ciudad.
Yo caí en la ruleta de la salsa. Me encanta las melodías y sus ritmos, así como la energía que transmiten sus instrumentos; la majestuosidad del piano, el poder de las trompetas, los golpeteos de la conga y el bongó, el estrepitoso timbal, el trombom que los acompaña haciendo un poco más baja la melodía, el ritmo que lleva la clave, o la campana; la sabrosura de las maracas o el güiro, todos esos instrumentos son los que dan vida al boogaloo, la Pachanga, la descarga, el son, la guajira, el mambo, la charanga, el guaguancó, en fin, los diferentes ritmos antillanos.
“Abran paso…
caballero ábreme paso
que yo vengo preparado
y a todo el que necesite
hoy yo le vengo ayudar.
Abran paso…
cosa buena, ábreme paso mamá
que yo vengo bien caliente…”
Abran Paso. Ismael Miranda
Prenden las luces del bar, y el disco de Ismael Miranda nos despide a todos los rumberos, tarareo la canción mientras pido mi bolso y mi chaqueta, hago tiempo para escucharla y finalmente salgo del bar. Ahora si, déjenme irme que es muy tarde ya…
“Es tarde, ya me voy,
mi negrita me espera hasta mañana,
porque cuando salí
dijo: “Negro no tardes en la ciudad”
Es tarde, ya me voy,
mi negrita me espera hasta mañana,
porque cuando salí
dijo: “Negro no tardes en la ciudad”.
Si yo no vuelvo mi negrita se desvelará
no se acostará
déjenme irme que es muy tarde ya”.
Mi Negrita me espera. Ismael Rivera