Dióba surge inicialmente como imágenes que llegaban a mi mente de una mujer indígena, solitaria, ermitaña, que vive fuera de su comunidad; luego empecé a escribir versiones de la historia de Elba, una mujer indígena de 63 años que sufre un conflicto interior y al final logra liberarse.
La historia de Diòba podría decirse que es minimalista, dado que no es un relato con grandes peripecias. El filme muestra cómo es la cotidianidad de Elba, qué hace en su día a día, cómo ella vive en su soledad.
“Diòba” es una palabra de la lengua Embera Eyábida, y hace referencia a estar solo o sola; el título nos enfoca en una situación específica: la protagonista está sola. Sin embargo, en la película la soledad no se mira de modo lastimero, sino más bien como una forma de ser del personaje.
No buscaba hacer una historia cerrada; por el contrario, quiero darle libertad al espectador de interpretar la historia de Elba según su sensibilidad. En Dióba, el conflicto interno de la protagonista no se presenta con palabras ni diálogos, sino con imágenes cotidianas.