
APRILI. La mala suerte de un pájaro que se estrella contra el ventanal
Del 1 al 6 de abril se celebró la 64ª edición de Festival Internacional de Cine de Cartagena – FICCI, evento reconocido a nivel mundial por ser el más antiguo de América Latina, y que año tras año busca resaltar la cinematografía iberoamericana.
En la selección del 2025 se presentaron trabajos provenientes de 57 países, demostrando así interés por ofrecer una amplia panorámica de lo que se está haciendo en todo el mundo.
De lo más destacado de la Selección Internacional fue la presentación de Aprili/April (Abril), el segundo largometraje de la cineasta georgiana Dea Kulumbegashvili, quien en la 81ª edición del Festival de Venecia recibió el Premio Especial del Jurado.
Dea Kulumbegashvili ha tenido una amplia visibilidad por haber debutado en Cannes con el cortometraje Ukhilavi sivrtseebi (Invisible Spaces, 2014), postulado a la Palma de Oro; posteriormente, su cortometraje Léthé (2016), fue seleccionado en la Quinzaine des Réalisateurs, y en 2020 su ópera prima, Dasatskisi (Beginning), ingresó a la selección oficial de aquella edición, cancelada por la emergencia del Covid 19.

Esta trayectoria en Cannes ha ayudado a que la obra de Kulumbegashvili sea mucho más conocida, ya que sus trabajos se han visto en una gran cantidad de festivales en el mundo. Ahora bien, aunque el sello Cannes le ha permitido tener los privilegios de “los elegidos”, el cine de Kulumbegashvili se defiende solo y no se necesita hablar de los premios o de los logos de las selecciones que sus películas tienen, y en cambio, sí es importante resaltar que es una cineasta radical, y que sus trabajos, no son condescendientes.
Aprili es una película que enfrenta al espectador a la no identificación con su protagonista: Nina (Ia Sukhitashvili), ginecóloga que, luego de la muerte de un bebé, es investigada por presunta negligencia durante el parto.
Inicialmente, la película nos presenta un drama que nos acerca y nos hace sentir algo de compasión por la protagonista, pues todo indica que no fue una mala práctica suya la que ocasionó la muerte del bebé; pero esa breve presentación de ella y del problema pronto se empieza a desdibujar, y lo que va a sorprender en este relato es que Kulumbegashvili corta esa identificación y nos muestra las zonas oscuras de Nina, y es su impulso autodestructivo. Entonces transitamos entre sentimientos cortados de admiración y de incomprensión; un recurso que hemos visto de manera repetida en las obras de Bresson y Haneke.

Es inevitable que nos resulte ilógico ese impulso autodestructivo de Nina, cuando vemos primero su rol en el hospital, donde ejerce un cargo importante y se muestra como una mujer profesional, inteligente y responsable, para luego ver a una Nina que sale en su camioneta y recorre carreteras solitarias, para ofrecerse a diversos hombres y tener sexo casual, exponiéndose a peligros como la violencia a la que es sometida por un hombre que luego del sexo oral, le pega fuertemente y la deja herida. Esto, definitivamente, corta la identificación con el personaje y desmonta en el relato, eso a lo que está acostumbrado el espectador: enamorarse del personaje protagonista y reconocerse en él.
Kulumbegashvili nos enfrenta a un personaje ambivalente: profesional, autodestructiva, y que sufre, pero a la vez es una mujer compasiva, que ayuda a las mujeres del campo y se arriesga a practicar abortos clandestinos porque cree férreamente que es necesario apoyar a aquellas mujeres que por diversas razones no quieren o no pueden ser madres, aunque también sea consciente que nadie le va a agradecer por esa ayuda.
En la película está presente el tema del machismo, y cómo éste aniquila constantemente a las mujeres. La directora muestra esa Georgia rural, conservadora, y aquellos modos de violencia contra las mujeres que se han heredado de generación en generación; mujeres sometidas al servilismo en el hogar, y un caso doloroso de violación reiterada a una mujer sordomuda, a la que el machismo le arrebata todo. Igualmente, Aprili muestra la problemática de los matrimonios de jóvenes de 16 años en una sociedad que normaliza ser madre a temprana edad, y reduce el rol de la mujer a engendrar.
En lo visual, Kulumbegashvili es una cineasta que crea planos con una gran influencia pictórica, en su mayoría son planos largos, sin corte, que permiten apreciar la composición y las formas de los elementos, tanto en interiores como en exteriores; así como hay un gran uso de los planos en subjetiva.
Muchos de los encuadres de Aprili me remitieron a obras de Edward Hopper y a sus personajes solitarios; así como sentí en los paisajes de flores la influencia de Claude Monet, en específico de su obra Les coquelicots à Argenteuil (1873), ya que el bellísimo plano de amapolas en Aprili, parece un homenaje directo a ese lienzo, aunque Dea le agrega un efecto de color que lo hace aun más especial, y el sentido de la vista se potencia gracias a ese efecto, que se puede asemejar al que se da con el consumo de psilocibina.

Aprili está llena de elementos estéticos que potencian el relato; por ejemplo, es una constante en la película el uso del sonido en fuera de cuadro para generar tensión; también será una constante el que nos enfrente a imágenes crudas, como la de ver todo el esfuerzo de una madre y el cuerpo médico en un parto natural, o presenciar un parto por cesárea; imágenes que pueden sacudir e incomodar a aquellos espectadores sensibles a las imágenes de fluidos y de sangre; adicional a la tensión que está de por medio al presenciar algo tan único y especial, como lo es dar a luz.
Kulumbegashvili sabe con qué imágenes puede generar tensión sin tener que crear planos pomposos o sobrepasarse con los efectos visuales; lo mas interesante de esta cineasta es que con imágenes sencillas, no muy rebuscadas, nos enfrenta a la muerte; como esa secuencia inolvidable de los camiones llenos de vacas que serán pronto vendidas y sacrificadas, y uno de esos planos nos muestra a una vaca con su ternera recostada en el rincón del camión, pero en sus ojos solo vemos la fragilidad de estos animales, sin saber lo que les espera. Si uno es un espectador sensible, solo puede sentir un profundo dolor por esos seres que luego serán descuartizados y presentados en paquetes en las carnicerías.
El sonido en Aprili está lleno de detalles que enriquecen la narración, aunque toda la película merece un amplio análisis del sonido, sin embargo, solo voy a señalar algunos fragmentos, como la presencia del sonido del reloj en el hospital en el que trabaja Nina, y esa sensación de incertidumbre y de presión que se siente, en especial, cuando se da inicio a la investigación, y ahí la tensión se intensifica con el sonido producido por el correr de las manecillas del reloj; también está muy presente el sonido ambiente, algunas veces enrarecido, y otras veces con varias capas sonoras que generan diversas atmósferas que producen desasosiego . De otro lado, la secuencia en la que está más enfocado ese sonido en off y que llega a ser la más impactante de toda la película –porque a través del sonido el espectador se compenetra y siente angustia–, con la mujer sordomuda que gime más que por dolor, por la ansiedad e impotencia de ver su cuerpo, vulnerado en un primer momento por el familiar que la viola, y sometido después a un aborto para evitar otra tragedia más, como lo anuncia -su hermana- Mzia, a Nina. Todo eso se integra a los sonidos propios de los instrumentos que usa la ginecóloga para practicar el aborto en la humilde vivienda, localizada en el campo, mientras que en la imagen solo se ve un fragmento de la mesa y una parte del cuerpo de esta mujer.

Toda la película está llena de capas, tanto en lo narrativo, como en lo visual y sonoro; Kulumbegashvili nos presenta una película feminista, no convencional, no es un trabajo que toque un solo tema; es una película que trata muchos temas en torno al patriarcado y a la violencia de género; sin que recaiga todo en el relato; por el contrario, la cineasta marca un estilo visual de poderosas alusiones.
Dea presenta las diversas violencias cargadas de muchos y –a la vez– sutiles detalles, a través de momentos que parecen cotidianos pero que nos descomponen; como la lectura del reporte de la autopsia del bebé, que es leída a los padres por el director del hospital en un tono monótono, acelerado, sin pausas, y con todos los tecnicismos y el lenguaje encriptado de la medicina, mostrando así la frialdad a la que llega el médico al estar tan familiarizado con la muerte, pero que solo puede lastimar a unos padres que esperan conocer por qué su bebé ha muerto.

Dentro de los múltiples elementos estéticos y narrativos de Aprili, resalto ese personaje con el que la directora abre y cierra la película y que va a aparecer en diferentes momentos en el desarrollo de esta; y es ese ser -sin nombre- que se inventa la cineasta para desconfigurar aún más el relato, y presentar una película que no puede ser encasillada sólo como una película dramática, sino que ofrece algo más, y es su narrativa experimental.
Aprili, inevitablemente, queda en la memoria.